Hoy fui a ver "The Artist"… y me acordé de vos.
Sabes que en mi amor por el cine siempre estarás presente como uno de sus máximos responsables: tus coreografías, tus pasos magistrales, tu encantadora sonrisa... Tú...
Por eso hoy te mando esta postal desde el patio de butacas. Porque quiero contarte. Porque quiero compartir contigo el tesoro que he encontrado hoy al apagarse la luz de sala y encenderse la otra luz, la mágica, la que trae a la pantalla por encima del hombro de los espectadores, desde el cinematógrafo, historias que nos hacen vibrar, personajes que nos conmueven... tesoros. Tesoros como tu “Americano en París”, como tu “Cantando bajo la lluvia”, como... Tú.
Quiero contarte. Quiero compartir contigo. Porque sé que si hoy tú te hubieras sentado en el patio de butacas de los Renoir Cuatro Caminos a ver The Artist a mi lado, te habría encantado. Y te habrías estremecido, como yo. Te habrías sentido espectador de algo maravilloso. ¡Y a mí me habría dado un infarto! O mejor aún, te habría agarrado de la mano tras ver desfilar por la pantalla las últimas líneas de los títulos de crédito y te habría arrastrado hasta la calle suplicando en mi interior que estuviera lloviendo. Habríamos aceptado el paraguas de algún extraño y habríamos bailado y saltado en cada charco…
Hoy fui a ver “The Artist”… y me acordé de vos.
Por eso quiero dar las gracias a Michel Hazanavicius por contarnos a su manera, lo que tú y Stanley Donen nos contasteis allá por 1952: el paso del cine mudo al sonoro. El contexto es el mismo y Jean Dujardin me recordaba tanto a ti en algunos planos que parecía que Bérénice Bejo fuese a convertirse en Debbie Reynolds por momentos, o que Donald O’Connor fuese a cantar “Make’em laugh” a cuatro patas reencarnado en el gracioso Uggy.
Pero supongo que es la nostalgia… Que un poquito de esa lluvia bajo la que tú cantabas siempre estará dentro de mí y me trae estos recuerdos… porque The Artist es un nuevo tesoro por sí misma, uno nuevo… uno que sé que te habría encantado:
La sensualidad y la ternura hechas imagen en ese abrazo de Peppy Miller y un frac que cobra vida… Uno de los momentos más deliciosos del film.
El desconcierto de un George Valentin que ve cómo su mundo, silencioso y mágico, se desmorona a su alrededor entre ruidos, voces y música… cada sonido un paso más adentro en el alma del protagonista.
El reflejo del rostro de Valentin sobre el frac de un escaparate, renaciendo… volviendo a ser quien fue… Y las secuoyas del “Vértigo” de Hitchock resonando en ese momento tras el reflejo en el celuloide. Porque justo en ese momento Hazanavicius elige transportarnos a su mundo mudo y en blanco y negro, al alma de Valentin, con el “Scene d’Amour” de B.Herrmann que inmortalizara Hitchcock en 1958…
Valentin… su reflejo en ese escaparate… el deseo de volver a ser quien fue… de que su mundo tal y como lo conoció y lo amó… no desaparezca… Como James Stewart, Scottie, viste y “cambia” a Julie en San Francisco para que su Madelaine vuelva a existir, tal y como él la conocía y la amaba…
Querido Gene Kelly, hoy fui a ver "The Artist"… y me acordé de vos.
Precioso... la tenía en lista de pendientes y tras leerte la pongo la primera de la lista :)
ResponderEliminarVaya! Me alegro. No te arrepentirás. Es una joya preciosa y un homenaje al cine de los que merece la pena disfrutar ;-)
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